Mártires del siglo XX
El 28 de octubre tuvo lugar en Roma la beatificación de 498 mártires del siglo XX en España. De ellos, cinco eran frailes dominicos pertenecientes al convento de Atocha. Con tal motivo, se erigió en la entrada de la Parroquia un relieve conmemorativo, que pretende recordar a estos cinco dominicos que dieron testimonio de su fe hasta la muerte.
Los mártires
Fray Luis Furones Furones
Abraveses de Tera, Zamora, 8-10-1892
Misionero en Guatemala, Nicaragua, El Salvador y Costa Rica, de regreso a España, fue Prior del Convento de Nuestra Señora de Atocha. Está representado en la figura de la izquierda, con la urna de votaciones, según la costumbre de gobierno de la Orden en la que las decisiones comunitarias se toman mediante votación.
Fray Jacinto García Riesco
Calvillas-Somiedo, Asturias, 28-8-1894
Hermano cooperador, trabajó en las Misiones del Urubamba, Quillabamba, Maldonado, Patiacola y Lima. Vuelto a España, sufrió el asalto al Convento junto con el Prior Luis Furones y murió perdonando a sus ejecutores. "Silencioso, agradable y sumamente caritativo con los pobres", se le ha representado ocupando el centro de la parte baja; sujeta con una mano una bolsa de panecillos y con la otra los reparte.
Fray José López Tascón
Aviados, León, 3-3-1896
Tomó el hábito junto con dos futuros Maestros de la Orden: Manuel Suárez y Aniceto Fernández. Estudioso, trabajador, reservado y afable, murió musitando: "Dios os perdone como yo os perdono". Está representado como predicador en la parte alta a la izquierda, llevando en la mano un Crucifijo, locura judía, escándalo griego, sabiduría elocuente cristiana.
Fray Félix Alonso Muñiz
Oseja de Sajambre, León, 2-5-1896
muy dotado intelectualmente, desplegaba optimismo y animación. Hizo estudios sociales, y musicales, desempeñando el oficio de organista. Está representado en la parte alta, a la derecha, con partituras (Salve Regina) y en actitud de cantar.
Fray Isabelino Carmona Fernández
Paj. de Laguna, Salamanca, 16-9-1908
El más joven del grupo, de 28 años, "hombre íntegro, callado, observante. En la cárcel Modelo compartió calabozo con los frailes del convento del Olivar, donde llevaron una vida intensa de piedad esperando la hora del martirio". Está representado en la parte media, derecha con el Rosario que rezaba y que expresa muy particularmente el carisma dominicano.
La escultura
Monumento a los mártires
Afectado por la grandeza del hecho humano, fui sintiendo el peso teológico del acontecimiento, al pasar del conjunto a cada particular, al ver cómo el misterio se revestía de perfil biográfico.
Descarté el intento de retrato y opté por una representación de sujetos con alguna señal particular. La forma circular permitía una cierta concentración a la vez que exigía una simplificación de lo anatómico, dando preferencia a la cabeza y las manos con su distintivo biográfico más significativo. Así resultó una figuración clara con una cierta discreción abstracta. Plásticamente se conjugan con equilibrio el argumento y el silencio, el relieve y la calma, pues sólo lo esencial ha tomado bulto. Son cinco asertos, cinco confesiones, cinco enunciados sin anécdotas.
Una plancha de acero hace de soporte y a la vez forma cuerpo con el relieve, y sobre ella van los nombres de los mártires, con lugar y fechas de nacimiento y de martirio, todo digno de gloria.
Y así como no se pensó en retrato, tampoco se pensó en narrar cada peripecia martirial; se prefirió tratar el trance común pero eso se encomendó a un poema, en el que uno de los mártires parece hablar en nombre de todos.
En todo momento pensé que el relieve debía estar acompañado de algún texto apropiado que diera razón de un misterio tan grande y de tan dificil verbalización. A esto le dediqué más tiempo que al modelado y busqué himnos en la tradición cristiana: en las Actas de los mártires del siglo II°, en Prudencio, poeta del sigo IV que escribió sobre mártires, pero su lenguaje quedaba demasiado alejado de nuestro mundo y cultura. Por fin presenté a la Comunidad seis muestras de poemas escritos ad hoc y sin firmar, y eligieron el que lleva una referencia mariana.
A su derecha acompaña al poema una silueta de la Virgen de Atocha, que llena las vidas de los frailes y tiene tanta parte en la espiritualidad dominicana.
El poema
Así los elementos figurativos se concentran en el relieve y las experiencias más humanas se concentran en el poema. Ambos aluden a lo extraordinario: Dios les pidió todo y lo dieron todo y así ingresaron en la belleza de Dios. Son todo gloria, segregan himnos:
"Al marcharnos en sangre
se calmó la fiebre de quererte
Los ángeles cerraron nuestros ojos
a la noche de afrentas
y los abrieron al alba de tu cielo
La Virgen besó nuestras heridas
y con ella Jesús, el más hermoso
nos besó en la frente
allí donde le habíamos pensado
Y nos besó en el pecho
allí donde le habíamos querido"
El poema cita a los ángeles, pues vigilan y cuidan la vida teologal de los cristianos y acompañan todo seguimiento fiel. Cita a la Virgen cuya influencia maternal se da en la vida de fe, en forma misteriosa pero eficaz. Cita a Jesús besando a los mártires, pues el misterio cristiano, en su forma madura, logra el supremo valor antropológico de lo esponsal.
"su gloria se expande
hasta este nuestro llorar sus cuerpos rotos
que los ángeles besan"
Salamanca, octubre 2007
Fray Miguel Iribertegui, OP